Propósito

Los sevillanos que puedan acceder a este blog o que conozcan las singularidades de la cultura sevillana advertirán enseguida que su título es tributario de José María Izquierdo (1886-1922), cuyo libro más conocido es Divagando por la Ciudad de la Gracia e hizo de la divagación, en sí misma, el instrumento principal de su ingente obra literaria. Otro de sus mejores libros, Divagaciones Itálicas, editado recientemente por el Ateneo de Sevilla y Algaida a partir de crónicas publicadas en El Noticiero Sevillano en 1921, nos acerca, también de su propia mano, al título que hemos elegido.

El blog nace, pues, bajo su patrocinio e intentará divagar por su propia obra con Sevilla como principal referencia, aunque no necesariamente de manera excluyente. El propio Izquierdo, extendía en sus divagaciones hasta mucho más allá de la propia ciudad sus reflexiones y su interés.

El concepto que Izquierdo tenía de la “divagación” nos lo dejó aclarado en un discurso pronunciado en 1920 en un ciclo en honor de Santo Tomás de Aquino organizado por una entonces denominada asociación de profesores y estudiantes de la universidad de Sevilla. También en Por la Parábola de la Vida, otro de sus libros principales, nos la definía brillantemente: El divagar consiste en ese doble y eterno juego de los espejos combinados, que mutuamente se reflejan… y la divagación no es más que el reflejo de un reflejo que refleja a otro reflejo que a sí mismo se refleja… hasta el infinito.

Por tanto, y alrededor de José María Izquierdo y de su obra, podremos saltar de una cosa a otra, de una alabanza a una crítica, de un pensamiento a una propuesta, de Juan Ramón Jiménez a Luis Cernuda, de la calle Castellar a Santa María la Blanca, de la luna del parasceve al panteón de sevillanos ilustres, en donde yace enterrado junto a su admirado Bécquer; y de mil cosas a mil cosas más.

Quienes no hayan tenido, en cambio, cumplida noticia anterior de Izquierdo, podrán encontrarse, siquiera sea a trozos, con el pensamiento de un sevillano excepcional, de quien Miguel Romero Martinez, el Bibliófilo humanista de Divagando por la Ciudad de la Gracia, nos dejó dicho, allá por el año 1922, que supo tejer su obra en el telar de la eternidad y que por eso será leída, glosada y ensalzada a la sombra del propio laurel de su fama.

En eso estamos. Ojalá que este propósito no quede en un deseo frustrado y que algunos, por qué no muchos, quieran sumarse con sus propias divagaciones. Sería tan bonito hacer una obra coral…



lunes, 17 de mayo de 2010

Divagaciones provinciales (II)
Una comida en La Puebla: esperando que algo ocurra (y ocurre)
Rafael Rodríguez Sández

La comida, muy bien servida y abundante, y las conversaciones que manteníamos los comensales no llegaban a ocultar lo que en la mente de todos los viejos amigos era el asunto principal, a saber, no tanto el encuentro de unos antiguos conocidos cuanto la presencia indisimulable del pasado que cada uno, sin pretenderlo, aportaba, una presencia del pasado que era en ese momento más cierta y cercana que la del presente de la tarde de marzo de dos mil nueve que estábamos viviendo. Pues aunque algo ha modificado el paso del tiempo en La Puebla y en los que estábamos allí reunidos, estos cambios no permitían decir que ya no somos los de entonces o que somos otros o distintos, pues en este caso ninguno de nosotros se habría presentado al ser convocado para esta comida, para qué, podría decir cada uno, si no conozco a nadie, si aquellos que fuimos no tienen nada que ver con éstos que somos, y sin embargo la presencia de todos los que estábamos allí comiendo era una confirmación de que, aun sabiendo que todos habríamos cambiado, todos creíamos que algo importante de entonces reteníamos ahora, y esa esperanza la hemos mantenido y apelamos desde ella al recuerdo común y más todavía, toda aquella concurrencia quizás esperara de forma remota que fuera posible volver un momento al tiempo de entonces, que apareciera de pronto allí mientras comíamos, y que nos fuera dado a todos reintegrarnos en él desde la mesa y salir y entrar en él aunque fuera un brevísimo momento de tiempo, salir un instante y reencontrarnos unos a otros tales como éramos y regresar a como somos en este momento.
Probablemente fuera esto lo que nos reunía y lo que nos mantenía con la esperanza de no haber perdido todo el pasado, y que otros muchos atestiguaran con su presencia y con su palabra la permanencia de tantas cosas que no han desaparecido nos confirmaba a todos en la evidencia de que así era en efecto y esa certeza nos mantenía reunidos y concordes. Y así nos fuimos percatando de que nuestra presencia y nuestra conversación eran la realización de aquel prodigio que esperábamos de que apareciera de pronto todo el tiempo pasado, pues ellas lograban el enlace de aquello con esto, y cada evocación y cada recuerdo, contrastado con el del amigo, creaba ese engarce y levantaba un mundo común ante nuestros ojos, en el que el Paseo era el Paseo de entonces y el de ahora, con lo que teníamos una visión certera y total del Paseo y sus asuntos, y así de lo demás, de la Foronguilla, de la calle Victoria, de la Carretera, de la Fábrica Gastalver y del glorioso C.D. Luchador que en ella tuvo su origen, del Convento y de la Parroquia, de la Puerta Ronda, de la larguísima calle San Patricio, y también de las cosas que desaparecieron y quedaron en el camino pero no en el olvido, como el campo de los cigarrones frente al paseo o el de los papochas algo más adentro, o como las cristaleras del edificio de la Plaza Nueva y las porterías de baloncesto en el espacio abierto de por detrás, rodeadas de acacias, o como el jardín colindante con nuestra casa en el que jugábamos con Tere, y tantas otras cosas, que son ahora todas ellas, tras ser evocadas, un resultado del que participamos en una experiencia común y al que nos acercamos en su presente con la misma emoción que a su pasado.

lunes, 10 de mayo de 2010

Origüelica del Señor

Entrada redactada por Arlette

Este era su nombre devoto y como Oleza la inmortalizó Gabriel Miró y sotánica y satánica la llamó Neruda y allí apareció la revista “El Gallo Crisis”.
Era una revista de pensamiento neocatólico con manifestaciones sociales y políticas y en alguna medida literaria cuyo director era Ramón Sijé, dentro de la que se publicaron curiosas colaboraciones poéticas de Miguel Hernández . Se mantuvo sólo durante 1934 y 35 no habiendo más números tras la muerte de Sijé.
Los hortelanos seguían regando y escardando sus huertas de buena mañana volviendo al atardecer con capazos de bajocas tiernas y calabacines o haces de alfalfe si era verano o haces de sarmientos de las viñas si era invierno y parecía engañosamente que en Origüelica del Señor no pasaba nada.
Ramón Sijé en el número 5 y 6 de la Revista bajo el título de “La decadencia de la Flauta” hace juicios varios sobre la literatura romántica y arremete contra el romanticismo de Bécquer cuyo centenario se estaba celebrando. Con su habitual lenguaje barroco y exaltado de vanguardia extrema argumenta que el romanticismo es el estilo de la pistola, y que Bécquer era la minúscula escopetita de salón. Cosas semejantes escribe en la revista “Isla” con el título de “La nueva literatura ante el centenario del romanticismo”; ante tales afirmaciones contestan desde la sevillana revista “Nueva Poesía” en el número 1 ( octubre de 1935) acusando a Sijé de no haber leído ni entendido a Bécquer por haberlo acusado de platonismo. Sijé defiende su postura desde “El Sol”: “…Por no saber, los sevillanos me llaman irresponsable, ligero, desconocedor de Bécquer. Aprendan a leer, aprendan también a comprender.” Los de “Nueva Poesía” responden con un furioso ataque: “… Contra este magnífico gallo en crisis plumífero que no vacila en atribuirse un pensar puro, clarísimo, cristalino.. Y protesta, gime, insulta y calumnia para terminar perdonándonos, sin advertir que no perdona el que quiere sino el que puede…”. Al poco tiempo muere Sijé y los componentes del grupo “Nueva Poesía” escriben consternados a sus padres dándoles el pésame y manifestando que la polémica era sólo literaria.
Mientras se vivían estos apasionados debates, Josefina Manresa, hija de un guardia civil, como una buena novia de pueblo, cosía su ajuar sentada al fresco en la puerta de su casa esperando que la recogiera Miguel para darse una vuelta por el paseo. El guardia civil no decía ni que sí ni que no, ni quitaba ni ponía. Al guardia civil lo mató un grupo de milicianos en Elda en el 1936, el mismo año que Miguel escribió la Elegía.
Por aquel entonces en las pocas radios del pueblo se oía la copla de Angelillo relativa al pobre Juan Simón, el único enterrador del pueblo que venía de enterrar a su única hija.

Pour celui d’Orihuela et pour Incandenza, l´ami de Camarón
Chose promise, chose due

martes, 4 de mayo de 2010

Pliegos de Rebotica.100

La directora de “Pliegos de Rebotica”, prestigiosa Revista de la “Asociación de Farmacéuticos de Letras y Artes” que ha celebrado sus cien publicaciones con un número especial, es la farmacéutica y destacada poeta Margarita Arroyo. Digo que es excelente poeta, o destacada que viene a ser lo mismo, con conocimiento de causa y con ciencia propia, puesto que no en vano Margarita ha colaborado con el Ateneo de Sevilla, desde hace algunos años, con su presencia poética en todos o en la mayoría de los recientes libros que el Ateneo ha publicado en “Homenaje” a diversos hitos literarios acaecidos en su sede durante el primer cuarto del siglo XX: Así, los dedicados a “La Fiesta del Soneto”, en 1912, “Homenaje a Juan Ramón”, en el mismo año, “Fiesta del Ultra”, en 1919, “Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza”, en 1923, y “Reunión de Poetas en homenaje a Góngora”, que gestó nominalmente la Generación del 27.
Pues bien, Margarita tuvo la delicadeza de invitarme a colaborar en el número citado en mi calidad en aquel momento de Presidente del Ateneo de Sevilla y por ello aparece “El Ateneo y la Fundación Farmacéutica Avenzoar”, artículo en el que gloso la excelente relación que mantienen ambas instituciones y los datos concretos en que se expresa; a la vez que pondero en justicia la labor institucional realizada al frente de la Fundación por su Director, hasta fecha reciente, Andrés Avelino Romero Pérez. También hago referencia, una vez más, a nuestra antigua amistad, relacionada con nuestro común bachillerato en el desaparecido y llorado Colegio Escolapio de la Plaza Ponce de León de Sevilla. Mi hijo Enrique colabora, a su vez, con tres deliciosos sonetos: “Farmacia 24 horas (tríptico desenfadado a una joven farmacéutica)”, que harán, sin duda, sonreír con satisfacción a quienes los lean.
Lo que quiero destacar, sin embargo, al margen de estos aspectos personales, es la excelente calidad y presentación de estos “Pliegos” y el gran número de colaboraciones de notable interés que se publican. Sin pretensión de ser exhaustivo, diré que aparecen artículos sobre Antonio Machado, Quevedo, León Felipe, Fray Diego de Alcalá o Schakespeare, por ejemplo. Se tratan aspectos científicos relacionados con la Farmacia o con la Sanidad en general. Abundan los estudios históricos en el más amplio sentido. Hay colaboraciones poéticas firmadas con nombre sonoros de la poesía española y toda la Revista está llena, en una cuidada y bella edición, de fotos, grabados, pinturas y detalles que realzan visualmente la calidad del conjunto.
Margarita Arroyo explica en la página editorial el origen y propósito del número y afirma con toda verdad que su contenido es de gran calidad. A esta cualificada opinión he querido sumar desde Sevilla, aún en lo poco que valga, la de quien es ahora sólo ex presidente de su Ateneo y guarda gratitud y un recuerdo imborrable de las relaciones que mantienen el Ateneo y la Farmacia sevillana. Si de algo vale el recomendar también la lectura de la Revista, que ya goza afortunadamente de gran difusión, así lo hago vivamente.

lunes, 3 de mayo de 2010

Otros amigos.



Entrada redactada por Arlette

Hace unos años y con motivo de un intercambio de jóvenes franceses juristas en el Ayuntamiento conocí al Sr. Barrero. Aunque a veces desaparecía inopinadamente, como cuentan que lo hacía Izquierdo, aprecié su buen juicio y su extremado rigor jurídico ajeno a divagaciones e indefinidas ensoñaciones de aquel. (Modus divagandi et somniandi que debería, en mi humilde opinión, sacar de quicio a su honrado padre Don Pascual Izquierdo, natural de Nieva de Cameros, provincia de Logroño). El caso es que volví a encontrar en la caseta del Ateneo en la feria del libro a este ilustre jurista bajo la condición que tan bien expresó Horacio y Fray Luis: beatus ille qui procul negotiis.., dichoso aquel que de pleitos alejado… Y había dado en maravillarse con las curiosamente valiosas obras de Izquierdo, a las que aireaba, desmenuzaba y sacaba a la luz dándoles brillo y esplendor.
Ni Enrique Barrero es Miguel Hernández ni José María Izquierdo es Ramón Sijé, ça va de soi, pero la labor de Enrique en el rastreo tras rastreo de los vestigios que de Izquierdo quedan la podíamos llamar la incansable Elegía que no cesa de Barrero, perito en Izquierdo. Tanto saber alberga en su cabeza que ha alentado otro libro más. JOSÉ MARíA IZQUIERDO, MÁS ACÁ DEL MITO, editorial Jirones de azul.
No sabemos si Izquierdo hubiera querido que se analizaran tanto los jirones de su vida, sus cartas, sus conversaciones, su apariencia, su genio, sus amores, su paso por los colegios y la Universidad, sus desventuras, su pensamiento y formación, sus escritos, pero esto es lo que se hace en este libro mediante fieles y contrastados testimonios de sus propios libros y del mundo que lo rodeó y apreció como Cernuda, J. Ramón Jiménez, Romero Murube, Miguel Romero y tantos otros de su Sevilla contemporánea. Pero si hubiera conocido los desvelos entusiastas y reivindicativos del que sin conocerlo resulta ser su amigo incondicional, Enrique Barrero, hubiera estado contento pese a la timidez que se le atribuye. Si se conoce la obra de Izquierdo, la lectura de este libro fijará su valor, si no se le conoce estimulará su conocimiento. Las monjas del Sacre Coeur a cuya escuela asistió el niño José María habrían cerrado la cuestión: Ainsi soit-il

domingo, 2 de mayo de 2010

La Cruz desaparecida

El título de esta entrada puede crear alguna confusión, por lo que quiero aclarar de inmediato que no me refiero a ninguna polémica, a la vez vieja y actual, sino a algo que forma parte de lo que el Cardenal Segura definió en cierta ocasión como “un tema municipal del alma de Sevilla”.

Me refiero a la pequeña historia de la Cruz que existía en la Plaza de las Mercedarias, hoy en el lamentable estado que diré. La historia se remonta a bastantes años atrás. Pasaba por la Plaza con frecuencia y cada vez que lo hacía admiraba la belleza y el simbolismo de la Cruz de hierro que existía justo en la esquina que forma la puerta de la Iglesia conventual. Un pedestal rústico, de adoquines brevemente escalonados cuyas uniones aparecían cubiertas de verdina; una sencilla columna de mármol y en lo alto una Cruz que a nadie le hacía daño.

O tal vez sí, porque un mal día la Cruz había desaparecido y el “monumento” aparecía cercenado y desprovisto de su verdadero sentido. Así se lo dije a José Jesús García, mi presidente en el Ateneo y entonces activo Concejal del Ayuntamiento de Sevilla. José Jesús hizo las gestiones oportunas y al poco me dijo con gran alegría que la Cruz no había sido robada, sino simplemente arrancada y tirada al suelo, que se encontraba en los almacenes del servicio municipal de limpieza y que había hecho lo necesario para reponerla en su lugar. Así se hizo, en efecto y alguna foto hay que acredita y recuerda el momento en el que la reposición se llevo a cabo.

Me sentía satisfecho de haber podido contribuir de alguna manera algo a la vez pequeño y grande y así se le dije a mi hijo Enrique en alguna ocasión en que pasamos juntos por la Plaza. Enrique aprendió la lección y en su libro “Sevilla adivinada II” le dedicó estas dos décimas, con el título de “Mercedarias”, publicado en el año 2000.

Por una estrechez dormida

Con nombre de flor morada

Llego a esta plaza cansada

Donde reposa la vida.

La tarde está como herida

En la antigua judería

Y una luz que se diría

Que es la esencia de la luz

Perfila en sombra al trasluz

Labor de cerrajería

En pedestal, tan sencilla

Pequeña Cruz generosa.

Cruz humilde y silenciosa

De una plaza de Sevilla.

Si dicen que el oro brilla

También brilla la humildad

De esta Cruz de la ciudad.

La vieja Cruz que caída

resurgió de aquella herida

a una nueva claridad.

La cosa, sin embargo, no quedó desgraciadamente así. Algo más tarde la Plaza sufrió, en el sentido mas genuino y literal del término, una sedicente reforma de embellecimiento y nueva pavimentación. A alguien se le ocurrió y llevo a cabo el cambio del bello y rústico pedestal y sustituirlo por un cuadrilátero bajito y enlosetado; y también cambiar la Cruz de lugar y llevarla al nuevo campo de futbol, es decir al centro de la Plaza.

Allí, perdida su fisonomía y ubicación permanece aún la columna con un trozo informe de hierro en lo alto. La Cruz, como tal, ha desaparecido del alma municipal de Sevilla y parece herida ya ahora para siempre

Joaquín Romero Murube y José M. Izquierdo

La alusión que con sencillez ha hecho GRECO, desde sus extensos saberes profesionales y su conocido amor a Sevilla, a la relación existente entre Joaquín Romero Murube y el autor de “Por la Parábola de la Vida”, me anima a hacer más extensa referencia a esa relación.; la que, como ya he apuntado al comentar brevemente la entrada, no fue personal, puesto que el propio Romero confesó que no había conocido apenas a Izquierdo; lo que no le impidió, desde luego escribir sobre él en numerosas ocasiones.
El 12 de julio de 1922 publicó en “El Noticiero Sevillano”, en efecto, el artículo “Estudiantina”, en el que, como un estudiante más, se unió al coro de destacados escritores que lloraron la muerte, unos días antes, de “quien sin consagrar fue nuestro padre espiritual, sin motivo que agradecer, nuestro hermano y sólo por cariño y afán de enseñar, nuestro guía…”.
El 7 de febrero de 1924 publicó en “El Liberal” el artículo “La edición de las obras de Izquierdo”, en el que criticaba, no sin dureza, la forma en que el Ateneo y el Ayuntamiento estaban llevando a cabo la reedición de las mal llamadas “Obras completas” del autor de “De las Normas y de las Formas”. Allí decía, por ejemplo, que “el fervor y admiración profunda deben guiarnos para que las obras de la más depurada, valedera y moderna personalidad literaria de Sevilla, no queden para abarrotar, en un fracaso inevitable, polvorientos rincones de la biblioteca del docto Ateneo hispálico”. Esta misma crítica la repitió cuando ya aquella incompleta reedición estaba incluso agotada y nada se podía remediar; es decir en su intervención “Obras son amores” en la segunda velada necrológica que el Ateneo dedicó a Izquierdo, esta vez en 1944, con motivo del traslado de sus restos al Panteón de Sevillanos Ilustres. Intervención cuya mayor dureza aún, justificó con la manifestación de su deseo de ser sincero para mejor servir la intención de corregir errores y rescatar la obra y el pensamiento de “quien descubrió el verdadero sentido espiritual de la ciudad…”.
En el año 1934, es decir diez años antes, había ganado el “Premio Izquierdo” del curso, convocado por el Ateneo y el Ayuntamiento, con “José María Izquierdo y Sevilla”, publicado poco más tarde por la imprenta municipal. Libro que parcialmente reprodujo más adelante en el “Discurso de la Mentira” y que ha permanecido durante años como la única vía práctica de acceso al pensamiento de Izquierdo, puesto que la obra finalista del propio concurso, “Ilusión, Divino Tesoro”, del periodista José Delgado García de la Torre, Menipo, ha permanecido inédita hasta la fecha muy reciente en que la editado el Ateneo de Sevilla. También, por supuesto, ha reeditado “José María Izquierdo y Sevilla”, otras numerosas obras de Izquierdo y los dos textos antes citados, incluidos en mi “Antología de Textos sobre José María Izquierdo”, publicada en el año 2007.
Hasta tal punto ha tenido Romero Murube una especie de monopolio sobre la vida y la obra de Izquierdo, que incluso se ha llegado a escribir con notable exageración, aunque en sentido lógicamente figurado, que el autor de “Divagando por la Ciudad de la Gracia” fue algo así como un invento del Poeta del Alcázar.
“José María Izquierdo y Sevilla” no es, desde luego, una biografía de Izquierdo, del que desafortunadamente su autor silenció muchos datos y detalles, sino un brillante ensayo, lleno de aciertos, aunque también de afirmaciones discutibles si se las confronta con los otros numerosos textos que existen sobre el autor de las “Divagaciones Itálicas”.
Hoy puede decirse que la obra de Izquierdo o sobre Izquierdo ha sido rescatada en su práctica totalidad, fundamentalmente por el Ateneo de Sevilla, con otras diversas colaboraciones, puesto, que me conste, sólo han quedado sin reeditar, hasta ahora, “Esquicios desquiciados”, la última obra publicada por Izquierdo, y la “Memoria” del curso en el que desempeñó la secretaría del Ateneo.
La obra de Romero Murube sigue siendo, sin embargo, una de las más importantes aportaciones para conocer a quien el propio escritor confesaba no haber conseguido definir: “Él era la gracia, y así pasó por entre nosotros, misterioso, fugitivo, inaprensible…”

miércoles, 28 de abril de 2010

La Brisa en los Labios


(entrada redactada por Greco)

Estaba bien entrado el verano, aunque era todavía mediado del mes de junio. En aquellos días, al entrar algo más tarde a trabajar y disponer de más tiempo previo, podía por la mañana cambiar de itinerario y cruzar por el barrio de Santa Cruz para hacer algo de tiempo. Dos eran mis caminos preferidos: uno de ellos cruzar desde los Jardines de Murillo hasta la Plaza de Santa Cruz y de ahí buscar la calle Mesón del Moro hasta llegar a Mateos Gago y encontrarme con ella, esbelta y fortissima; el otro empezaba en el mismo punto de partida: desde los Jardines de Murillo hacia el Callejón del Agua, desde ahí, ir buscando poco a poco la calle Romero Murube y llegar hasta las murallas del Alcázar colindantes con el Patio de Banderas.

Era uno de los mejores momentos del día, una hora en la que el calor no había aún su azote de presencia y cuando el olor de los patios recién regados hace inequívoca la llegada del verano andaluz. Al llegar a la calle Romero Murube era inevitable recordar al escritor mantenedor del Alcázar, y su extraordinaria producción literaria y poética, que tan a mano he tenido siempre en el Estudio que he frecuentado durante tantos años. Siempre me ha fascinado, no se por qué, aquel “Romance del jardín”, que leí hace ya tiempo y que no he olvidado: “No es la fuente cuando corre/ con cielos de musgo y plata/ ni es la brisa entre las hojas/ ni las aves cuando cantan/…”.

O su exquisita prosa. El inolvidable “Pueblo Lejano” o su “Discurso de la Mentira”, en el que aparece el “Retrato de José Maria Izquierdo”, del que nos decía que era “profundamente triste”.

¿Sería Izquierdo como lo describe el poeta?; ¿era la persona tan callada e introvertida que mostraba?: ¿sería tal vez un romántico reflexivo que no expresaba del todo sus sentimientos y que a veces incluso daba una imagen de timidez excesiva cuando en verdad no era para tanto? Tal vez su mente rápida y observadora disimulaba una inteligencia perspicaz en forma de retraimiento.

Divagaba entre estos pensamientos al salir de la calle Joaquín Romero Murube y torcer hacia la plaza Virgen de los Reyes; y continúo todavía enredado en ellos cuando vuelvo a pasar por allí, oliendo a flores de verano y sintiendo la brisa de Sevilla en el rostro y en “los labios”.

jueves, 15 de abril de 2010




“VUELTA LA ISLA”. Acuse de recibo

(Evocación del poeta ateneísta José Félix Navarro Martín)

Envuelto en el papel de regalo de la amistad y el afecto que me profesa una antigua compañera en la asesoría jurídica del Ayuntamiento de Sevilla, hoy afincada desde hace años en su natal Isla de Tenerife, me llega el libro “Vuelta a la Isla”, del poeta canario Pedro García Cabrera.
Quienes aquí en Sevilla, que es tierra de poetas, no conozcan al autor, deben saber lo que en el mismo libro explica su prologuista Maria Jesús Pablo Gimeno, de la Fundación que lleva el nombre del propio poeta. Es decir que éste nació en la Isla de la Gomera en 1905 y que pronto estableció su familia su domicilio permanente en la Isla de Tenerife; que durante la Segunda República militó en las filas del Partido Socialista y fue Concejal de Santa Cruz y Consejero del Cabildo Insular. En 1936 fue detenido tras los sucesos del 18 de julio e internado en un campo de concentración del Sahara, del que consiguió evadirse e integrarse en el frente republicano de Andalucía. Unos meses antes de terminar la guerra fue nuevamente apresado e ingresado en prisión.
Con más suerte que Miguel Hernández, digo ahora, sobrevivió y fue liberado en 1946, manteniendo desde entonces, como dice la prologuista, su “compromiso ético e intelectual” hasta su muerte en 1981. El prólogo da cuenta también de su profusa e interesante obra literaria, en la que destaca, entre otros muchos libros, el que ahora motiva mi comentario. “Vuelta a la Isla" fue editado en 2005 en coincidencia con el centenario del nacimiento del poeta por la Fundación ya citada, dedicada “al fomento del conocimiento de aquellos valores que favorezcan la integración política y social de los canarios y su incorporación a los movimientos nacionales e internacionales de carácter social, científico o cultural”. (fundaciónpedrogarciacabrera.com)
El poemario está dedicado a las Islas que componen el Archipiélago y a cada uno de los pueblos que conforman Tenerife, con independencia de la propia Capital. Los títulos de los poemas constituyen ya un poema en sí mismos: Santa Cruz, Tacoronte, El Sanyal, Adeje, San Miguel, La Orotava, Los Realejos, Vilaflor… y tantos más. Emotivo es el recuerdo que el poeta dedica a su Isla natal: “… Súbete al roque más alto,/ silba con todas tus fuerzas/ hacia atrás, hacia la infancia,/ a ver si el eco recuerda/ las bordadas camisillas/ que abrigaron mi inocencia…”
Pues bien, como en estos apuntes me gusta decir algo también de las glorias pasadas del Ateneo de Sevilla, me complace recordar la relación que con Tenerife tuvo el destacado poeta José Félix Navarro Martín, cuya semblanza, de la mano del también poeta Aurelio Verde, aparece en el “Diccionario de Ateneístas II”. Aurelio, tras dar cuenta de su biografía y de su obra literaria y poética, nos dice que José Félix fue un día, para él venturoso, a recoger un premio ganado en Icod de los Vinos y que allí le ocurrió una especie de milagro sentimental: “fuiste lejos a recoger los honores de una flor natural ganada y de paso te trajiste a la reina de tu corazón. La destronaste de su efímero trono de los Juegos Florales para ofrecerle otro reinado muy dentro de ti. Fue en Tenerife… el reclamo de tu amor le hizo cambiar sus claridades isleñas por el sabor hondo y antiguo de la calle Lumbreras…”.
Aunque no he podido confirmarlo, estoy seguro de que Pedro García Cabrera y José Félix Navarro Martín, tuvieron necesariamente que conocerse y que ser amigos. Los unía su condición de excelentes poetas y el amor que ambos profesaban, uno por una razón y otro por otra, a las Islas y a un “Drago que se yergue en el centro (en el cepo, dice el poeta) de una plaza”.

miércoles, 14 de abril de 2010

AMIG0S
(por Arlette)

Mi viejo professeur de Latín du Lycée procedía de emigrantes levantinos heladeros y conocía las peripecias de Miguel Hernández. Como se valía de curiosos experimentos pedagógicos para incardinar la poesía y la gramática, pasamos a latín parte de la Elegía a Ramón Sijé cuyo comienzo aquí recojo:

Volo hortícola esse lacrimans
Terrae quam capis et stercoras,
Animae comes, ante tempus.

Había en la Elegía palabras muy poco poéticas, estercolar y hortelano, escarbar y órganos, rastrojos y calaveras, caracoles e higueras, y nos explicaba que sólo el verso de Virgilio en las Geórgicas se había atrevido a usarlas y a hablar como un campesino que conoce qué estiércol conviene a sus coles y cuándo procede el abono en las huertas. E incidía, conocedor del habla rural de levante, que, sin embargo, utilizaba Miguel huerto y no huerta como es normal nombrarlas entre los hortelanos o huertanos genuinos. A este propósito nos contaba que Víctor Hugo había abominado en su tiempo de que los poetas tuvieran las palabras clasificadas en castas, nobles y plebeyas, jactándose él de haber liberado el vocabulario que agarrotaba a los poetas franceses.

“Les mots, bien ou mal nés, vivaient parqués en castes…
Je fis souffler un vent révolutionnaire.
Je mis un bonnet rouge au Vieux dictionnaire…
Je nommmai le cochon par son nom;pourquoi pas?”
........
Les comtemplations,I VII,vers.41 et s.

(Las palabras, bien o mal nacidas, vivían aparcadas en castas..
Hice soplar un viento revolucionario
Puse un gorro rojo al viejo diccionario
Nombré al cochino por su nombre, y ¿porqué no? )

y milagro fue que la elección de todas produjo en la Elegía uno de los mejores logros y dio larga vida al amigo muerto, que ningún alumno sabía quien era, pero cuya despedida repetíamos como lo siguen haciendo tantas personas que tan tópicamente la repiten o repetimos en los modernos tanatorios.
Pensábamos que Ramón Sijé sería un amigo especial, único, un Patroclo por quien Miguel estuviera dispuesto a tanto para no darlo por muerto, para mantenerlo vivo en las huertas y maizales rehuyendo la verdad de un nicho.
Y mucho más tarde me enteré, después de haber repetido tantas veces lo de compañero del alma con el patetismo propio de la ignorante juventud y más tarde con adulto barniz de creer entender todo, que Ramón Sijé era el anagrama de José Martín, Pepito era el paisano de Miguel y que había muerto a los 22 años la Nochebuena de 1935 y que unos días más tarde, el 10 de enero del 36, sobrecogido Miguel, escribe la Elegía queriendo reparar lo irreparable, como si besando la calavera pudiera darse el milagro de nam locuturi sumus de multis.
Sobre su revista El Gallo crisis y las polémicas que tuvo con la revista sevillana Nueva Poesía trataré otro día, que fatiga l’esprit a cierta edad sentir en exceso.

martes, 13 de abril de 2010





10.- MANUEL RICO LARA: HERIDO DE VIDA
(Entrada dedicada a José Luís Rodríguez Sandez)

Hoy he tenido la gran alegría de que haya llegado a mis manos un nuevo libro de Manuel Rico Lara, recién acabado de publicar por la prestigiosa editorial Jirones de Azul. El libro se titula "Herido de Vida. Manuel Rico Lara" y tiene un interesante, amplio y sugestivo prólogo de Francisco Baena Bocanegra, miembro de la Real Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia y famoso Abogado penalista. Esto último, tan conocido en Sevilla, nos da la clave de su presencia en el libro, puesto que no en vano fue Baena el Letrado que con éxito defendió al Magistrado en las penosas circunstancias a las que en el propio prólogo alude.
El motivo de mi alegría es doble: se debe en buena parte al apoyo que le pude prestar a la gestión del libro desde la presidencia del Ateneo que entonces desempeñaba y en la que cesé al poco tiempo después de diez dilatados años de su ejercicio.; y también al hecho de que fuese a mí mismo a quien se le ocurrió el nombre del prologuista y lo gestionara en su momento.
Del prólogo de Baena poco debo decir, puesto que habla básicamente de algo en lo que el propio Magistrado no ha querido extenderse más allá de proclamar su dolor. “Lo hace por mi – escribe- Francisco Baena, abogado prestigioso, defensor elocuente, tenaz, luchador, conocedor de mi trayectoria profesional desde hace décadas”. Dejemos, pues, al Letrado hablar del hombre, de su sufrimiento y de su dignidad.
El libro de Rico Lara es una memoria emocionada de muchos datos de su propia biografía, de muchos años de servicio a la judicatura, de muchos destinos servidos con ilusión y eficacia, de muchos viajes realizados, de muchos esfuerzos en favor de causas nobles y justas. También contiene una sugestiva antología de textos del autor, escritos en diversos momentos y medios. Estoy seguro de que la obra tendrá el éxito que sus autores, el del libro y el del prólogo, y su cuidada edición merecen. Su publicación hace justicia, aclara situaciones y contribuye a definir mejor la excepcional trayectoria humana y profesional de quien Francisco Correal definió no hace mucho como “el Juez justo”.
“Mi ideario vuelve la mirada a esa España que, desde las cortes gaditanas, se instala precariamente en el siglo XIX…”, escribe Rico Lara. Pues bien, de alguna manera aquellos “sentimientos profundos de Libertad y de Justicia, tantas veces heridos de muerte…”, estaban también en el ideario que, de la mano de Manuel Sales y Ferré, impulsaron el nacimiento del Ateneo de Sevilla.
De ahí que cuando tuve la ocasión de apoyar el libro, no lo dudara; y era porque el pensamiento y la obra de Manuel Rico Lara y los principios institucionales del Ateneo tienen mucho en común.



lunes, 12 de abril de 2010

Divagaciones provinciales (I)
Pertenencia a un paisaje (Escrito por Rafael Rodríguez Sandez)
Divago por Puebla de Cazalla, campiña sevillana y sierra sur en su comienzo, los momentos anteriores a una comida para la que hemos sido convocados antiguos amigos del tiempo ya pasado, y voy de aquí para allá con la intensa emoción del reconocimiento, por el Paseo, la Foronguilla, la Plaza Nueva, el más moderno Parque del Corbones, los colegios de la infancia, la Plaza Vieja y la Cuesta de la Cilla, y yendo de un lado a otro me invade el sentimiento cierto de pertenencia a aquel paisaje y a aquel entorno, la sensación segura de que le pertenezco desde siempre, de que soy miembro y parte suyo del mismo modo que también ellos, el entorno y el paisaje, me pertenecen como parte que ha formado en mi un estrato esencial y definitivo, ante el que nada importa el paso del tiempo. El tiempo ha ido modificando y, en casos determinados, mejorando el aspecto y la constitución del espacio en el que ahora estoy, calles y plazas, jardines y edificios, pero no ha modificado su naturaleza esencial, su calidad, en cuya virtud voy a la Plaza Nueva, por ejemplo, que sí ha cambiado, pero sé reconstruirla y la descubro entonces formando parte constitutiva de lo que soy, o paso por la Cuesta de la Cilla y está asfaltada ciertamente y en mejores condiciones de urbanidad y uso, pero la localizo como la Cuesta de siempre a la que pertenezco y que me pertenece y ante esta evidencia caigo en la cuenta de que nada ha podido el devastador paso del tiempo que no sólo no ha destruido las raíces que la infancia fue formando tiernamente sino que las ha consolidado y que el tiempo, afamado de destructor, ha hecho en cambio estables y definitivas. En este sentimiento de pertenencia descubro con satisfacción el poder estabilizante y afianzador del tiempo cuya otra y más común cara es la de la fugacidad y el rápido transcurso y el olvido, por lo que aquellas raíces que se formaron en la infancia en aquel entorno y en aquel paisaje, en aquellas calles cuando iba de niño con mi hermano, de la mano de nuestro padre, camino de la escuela, han resultado ser raíces fuertes y sustantivas que, al menor atisbo del reencuentro, revitalizan la vida entera ya pasada y descubren la vida presente como deudora de aquel tiempo en el que iba siendo descubierta, raíces que, en contacto con el horizonte y la vida que las habían formado, se me aparecen llenas de fuerza, de consistencia y de segura permanencia. Esta confianza en el poder salvador del tiempo creo que es lo que nos ha llevado a este grupo de viejos amigos de La Puebla a reunirnos y comer juntos en este día, queriendo reafirmar con el encuentro la pertenencia al paisaje morisco tan querido.

lunes, 29 de marzo de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ Y EDUARDO LLOSENT
(Por Matilde I. Donaire Pozo)

En el Ateneo de Sevilla se expone un retrato firmado por Alfonso Grosso de un prócer sevillano, don Eduardo Llosent y Marañón, que tiene en su mano un ejemplar de la Revista Mediodía, de la que era director.
Reconozco que mi admiración por este señor ha nacido al conocer su relación de amistad con Miguel Hernández, según consta en el libro de Juan Guerrero Zamora, Proceso a Miguel Hernández, publicado en 1990.
Finalizada la guerra, Miguel Hernández marcha hacia Alicante, a pié o en carro, y de allí a Cox, ciudad donde reside Josefina. Va también a Orihuela a ver a sus parientes y amigos y a intentar conseguir un salvaconducto. En carta de 19 de abril dice a José María Cossío que sale para Sevilla en busca de la ayuda de antiguos amigos como Jorge Guillén y Eduardo Llossent. Este último le había proporcionado una carta de presentación para Joaquín Romero Murube, en ese momento Alcaide del Alcázar de Sevilla.
Eduardo Llosent había conocido a Miguel Hernández en las Misiones Pedagógicas, y cuando el poeta llegó a Sevilla le llevó personalmente al Alcázar donde Romero Murube no pudo atenderles pues, al parecer, estaba esperando la llegada de Franco.
La amistad entre Llosent y Miguel Hernández explica que cuando a Miguel lo detienen en Portugal el 30 de abril de 1939 y lo entregan a las autoridades españolas, él escribe a su familia y les pide que le contesten a la calle San Vicente número 22, de Sevilla, donde vivía Llosent, y que la carta la dirijan a su nombre.
Y en otra misiva, datada el 3 de agosto de 1939, comenta que Eduardo Llosent le había visitado en la cárcel de Torrijos el día anterior, y que iba acompañado de un abogado de la Auditoría de Madrid que se había ofrecido para su defensa.
Queda constancia por tanto de la antigua amistad entre el poeta y Eduardo Llosent y de la ayuda que éste le prestó en los difíciles momentos de su cautiverio.
Recordémoslo hoy, en el aniversario de su muerte, fecha en la que la admiración por el poeta y su obra se hace más intensa.

miércoles, 24 de marzo de 2010




9.- Las dudas de una Santa.

La divagación por el espacio y el tiempo de Sevilla que es ahora mi vida, me ha deparado la oportunidad de vivir en estos últimos días, televisión y periódicos interpuestos, un acontecimiento religioso, social, cultural o como cada uno quiera calificarlo, que goza anualmente de gran repercusión pública. El protagonista pronunció un pregón, una meditación, una reflexión, según a cada cual así le pareciera, en el que o en la que con bellas palabras y en el contexto de una oratoria fluida e intimista, se refería a las dudas sobre la fe religiosa. Una duda, decía, “insomne, inquieta, desesperada a veces”; e interpelaba incluso, con cierto tono bíblico, al objeto de la duda: “¡ Contéstame Tú primero/ que para eso eres Dios¡.
Lo que me ha sugerido este comentario es el decir que aquellas palabras me recordaron, de alguna manera, las de una joven carmelita francesa, muerta en plena juventud en un Carmelo allá por los años finales del siglo XIX. Teresa, que así se llamaba sin diminutivo alguno, escribió por obediencia la “Historia de un alma”, es decir su propia historia y, ya cercana la anticipada muerte, le decía a la priora a quien dirigía su manuscrito:
“Disfrutaba por entonces de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del Cielo hacía toda mi felicidad: no podía creer que hubiera impíos que no tuvieran la fe… Él (Dios) permitió que mi alma fuese invadida por las más espesas tinieblas, y que el pensamiento del Cielo tan dulce para mí, no fuese ya más que un motivo de combate y de tormento… Esta prueba no debía durar algunos días, algunas semanas, no debía extinguirse sino hasta la hora marcada por Dios… y esa hora aún no ha llegado”.
Más adelante añadía: “Cuando quiero que mi corazón fatigado por las tinieblas que lo rodean, descanse con el recuerdo del país luminoso al que espera, mi tormento se redobla; me parece que las tinieblas, adoptando la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: sueñas con la luz, con una patria aromada de los más suaves perfumes, sueñas con la posesión eterna del creador de todas estas maravillas, crees salir de las tinieblas que te rodean. Adelante, adelante, alégrate con la muerte, que te dará no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada”.
Aquella frágil monja enferma y atormentada, para quien se había alzado ante ella “un muro que se levanta hasta el cielo y cubre el firmamento estrellado”, murió muy pocos días después. Luego fue declarada Santa y Doctora de la Iglesia y Patrona de las misiones…
Digo que me acordé de estas frases y fui a releerlas y me ha parecido bien difundirlas, en la medida en que este comentario pueda llegar a algunos. Tal vez quienes no lo hayan hecho puedan animarse a leer la “Historia de un alma”, puesto que en el libro también es posible que encontremos la clave de la duda que terminó en santidad y en apoteosis universal: “¡Ah, que Jesús me perdone si le he causado pena, pero Él sabe bien que aun no teniendo el goce de la fe, procuro al menos realizar sus obras. Creo haber hecho más actos de fe desde hace un año que en toda mi vida…
De esta forma vivió y murió en el Carmelo de Lisieux una gran Santa universal.

sábado, 20 de marzo de 2010



8.- La Divina Comedia.

“Dante viajero fue desde su niñez un peregrino enamorado de una visión celestial “che non parea figliuola d’uomo mortale”. El amor –dijo el Poeta—me ordenaba muchas veces que buscara para ver a esta niña angelical”. “A los nueve años, en el mayo de 1274, vio por primera vez a Beatriz. Iba vestida de nobilísima veste, humilde y honesta, de tenue color rosa, ornada a la guisa que a su joven edad convenía. Nueve años después, en el mayo de 1283, volvió a encontrarla, cuando ya era esposa de Simón de Bardi. En 1290, Beatriz muere. Así pasó por la vida aquella mujer que fue su amor, alma de su amor, musa de su poesía, alma de su alma”
Esto escribía José María Izquierdo en El Noticiero Sevillano de 24 de septiembre de 1921, en una divagación que escribió desde Italia con el título de “El retorno de Dante”. Está publicada, como las otras que compusieron la serie menos dos que no pude localizar, en el libro “Divagaciones Itálicas” regalado por “Algaida” en 2007 al Ateneo de Sevilla y a sus socios que quisieron pasar a recogerlo.
El libro no solo contiene las crónicas por Izquierdo enviadas desde Italia sino también cuatro ilustrativas introducciones que las explican y glosan desde diversos puntos de vista. La profesora Rodríguez Almazán situó las crónicas y el viaje en el contexto histórico de la Italia del comienzo de la década de los años veinte del pasado siglo; la profesora Matarredona Vizcaino hizo acertadas y sugerentes explicaciones sobre el brillante y peculiar estilo literario de Izquierdo; Julia Sánchez , encargada de la Hemeroteca municipal, aportó el estudio del ambiente que reflejaban en aquel momento los diversos periódicos que se publicaban en Sevilla, El Liberal, La Unión, El Correo de Andalucía y el propio Noticiero Sevillano, y el historiador carmelita Ismael Martínez Carretero hizo una bella “relectura y síntesis” de las divagaciones que se editaban.
Las páginas con la que Izquierdo divagó por Italia, durante aquel viaje cultural y de estudios jurídicos son en muchos casos deslumbrantes. Así las que dedicó al VI centenario de la muerte de Dante y a cuanto con este motivo se hizo y se dijo en Italia. Son bellísimas las que dedicó, entre otras igualmente bellas, a la “Salma del milite ignoto” o a la “Fiesta del Palio” de Siena.
Nos llamaron la atención al publicar el libro las continuas alusiones a Sevilla; cuando miraba los escaparates italianos “que solo tienen par en los de Sevilla”, al recordar las “tiernas y apasionadas palabras que los florentinos dedicaban a su ciudad “que solo pueden compararse a las de los sevillanos cuando florean a Sevilla; en el recuerdo de sus amigos Grosso, Romero Martínez o Gil de Gayangos, cuando compara las lápidas que en Italia se habían dedicado a Dante, “solo comparables con las que Sevilla dedicó al autor de El Quijote”, al establecer paralelismos entre la sorprendente Fiesta del Palio y la Semana Santa de Sevilla, al evocar al genovés afincado en Sevilla autor del Cancionero de Baena, Micer Francisco Imperial, que allá por los comienzos del siglo XIV nos dejó el retrato literario del Poeta italiano. En ocasiones en que le preguntaban si era español de las Américas, respondía con orgullo que era español de Sevilla y recordaba con fruición el pan de Alcalá y la Virgen de los Reyes
Cunado Izquierdo se refería a Beatriz, la musa del alma del Poeta, quizás estaba pensando también, por qué no, en la visión que él mismo tuvo allá por el año 1908 en la ciudad en la que el gran río de Andalucía muere: una veste surgida de las aguas, de rubia guedeja, de ojos azules y castamente desnuda, como la imagen de la mujer que amamos.
Izquierdo volvió a Sevilla “cuando la inminencia de la navidad vestía de blanco muchos lugares de Italia”. Menos de un año después de su regreso habría de cruzar inopinadamente la frontera de la inmortalidad. Allí encontró, sin duda, a Dante, misteriosamente reunido al fin con Beatriz; y quizás lo saludó con las mismas palabras casi recién acabadas de escribir: “Este Dante, libro y hombre, Italia conmemora. Este Dante de la Italia antigua y nueva, conmemora el mundo”

viernes, 19 de marzo de 2010


7.- UN MÁGICO EMBELESO
“Los olivares de Cabezo Gordo ponen una nota parda y terriza en nuestro caminar por los campos verdes…” : esta frase no la escribió Gabriel y Galán, el inmortal poeta de los campos
“ Y luego los jinetes, en caballos briosos… bulliciosamente avanza el escuadrón pintoresco, los gallardetes ondean al viento, rojos, amarillos, verdes…” : el escritor narraba otro gran “Cortejo”, esta vez sin espadas, pero no era Rubén Darío.
“Bailan las niñas de Triana en el amplio portalón palmerino. Visten claros trajes ligeros, de céfiro, de batista, de muselina, de estamín, con grandes lunares, azules, negros, rojos. En las cabecitas gentiles, claveles y rosas; y unas altas peinetas de caprichosos calados, flamencas y andaluzas…” ; estas palabras no están tomadas de uno de los “cuadros andaluces” de “La Tierra de María Santísima”, de Benito Mas y Prat.
“Mas, cuando el sol pierde fuerzas y la dulce marea del Atlántico, llena de sales y de frescor, disipa el polvo denso, los colores resurgen. El blanco lechoso, uniforme y empolvado, revienta en policromía triunfal… luego el crepúsculo, un dulce crepúsculo campesino, malva y oro…”; esto no fue escrito por Juan Ramón, “el dulce hermano”.
Todas las frases citadas pertenecen al bello libro “La Romería del Rocío”, escrito por Pedro Alonso Morgado en 1918 y reeditado por el Ateneo de Sevila e el año 2005.
De Pedro Alonso Morgado se podrían decir muchas cosas y algunas están dichas, por ejemplo, en la semblanza que aparece en el “Diccionario de Atenístas I”, firmada por Enrique Barrero Rodríguez Ahora quiero traer a colación, sin embargo, otros testimonios más importantes.
Manuel Siurot, con quien llegó a mantener una amistad fraternal, le dedicaba constantes elogios: “Tu novela es para mi gusto (alude a El Horizonte en los ojos) una verdadera preciosidad; romántica como tú, picaresca como tú, eres un gran poeta” (carta de 23 de febrero de 1940);
Rafael Laffón: “Tienes una innata elegancia de pluma que hace imperdonable tu habitual silencio... creo sinceramente que el tono de tu personalidad lírica es, por ahora, único entre los actuales de por aquí. Por eso no debes perderte” (carta de 3 de agosto de 1946);
Felipe Cortines Murube: “En cuanto a tu felicísima glosa a la Asunción de la Virgen Nuestra Señora, mi más sincera enhorabuena por su belleza rítmica ¡Qué bonito poema te inspiró Dios! Le encuentro el primitivismo de Gonzalo de Berceo, la espontaneidad de Lope de Vega, el sentir amoroso de Fray Juan de la Cruz. En un poeta de hoy, virtudes de tres grandes del Siglo de Oro” (carta de 7 de diciembre de 1950);
Luis Montoto: “Dios dé a v. larga vida con buena salud y empléela en el cultivo de las buenas letras, para regalo y delicia de los hombres que las amamos” (carta de 30 de octubre de 1918).
Santiago Montoto, en fin, también mantuvo con él asidua comunicación; simpático resulta el acuse de recibo a una carta en que Alonso-Morgado recordaba a Luis Montoto: “Muchas gracias por tus recuerdos al autor de mi vida. No están los tiempos para honrar a los poetas... no creo que haya habido época en la que se habla más de caridad que en la presente, pero ¡qué pocos siguen la doctrina divina! Me viene a la memoria una coplilla que tiene hoy viva actualidad. “Amad a vuestro prójimo / nos manda la doctrina... / Y al prójimo en la frente / le dan contra una esquina” (carta de 29 de junio de 1956).
Ahora bien, con quien Alonso-Morgado mantuvo una correspondencia asidua y permanente fue con Juan Ramón Jiménez, y el futuro Premio Nobel no le escatimó los elogios. En una carta (verano de 1908) que Juan Ramón Jiménez dirigió a Vicente García Calderón le decía: “¿Quién es Pedro Alonso-Morgado? Felicítelo usted cariñosamente en nombre mío por su severidad romántica y su espíritu moderno. Es conciso y creo que tiene conciencia de lo que hace. En "El alma estival” hay toques de gran belleza. Y en otras cosas que he leído de él he encontrado un lirismo profundo y contenido, de hombre que va por su camino”. En carta posterior, ya dirigidas directamente a Pedro Alonso-Morgado, le dice: “En las primeras cosas que leí de usted descubrí destellos de poesía... Si tiene usted muchos como tres sonetos de Semana Santa que leí en un periódico de Huelva, yo le aseguro que entrará con firme paso por la senda de la luz; usted tiene un fino espíritu de poeta y le predigo hermosas consecuciones; me parece muy bien su serenidad... No olvide nunca a André Chernier, que fue guillotinado sin haber publicado más que cinco o seis composiciones, ni a nuestro amado Bécquer, puesto hoy en ridículo, que tampoco vio sus obras en un libro; no tome en cuenta la mayor o menor largura de mi silencio. Sepa, desde ahora, que yo le tengo bien presente y que sigo sus pasos con creciente placer... “
José María Izquierdo, cómo no, su intimo amigo del Ateneo y del Pasillo de los Chiflados, le dedicó, en fin, un epígrafe especial en Divagando… (preludiando los motivos líricos, de un poeta galante): “Y este poeta íntimo, que nada nos dice de su yo; para quien el paisaje es símbolo de sus emociones y la música la sensación de sus ensueños; que nos cuenta su amor al cantar a su amada; este poeta, lírico más que romántico, sensitivo más que sentimental y más que erótico, galante, más que un poeta del amor es el poeta de la mujer… Pedro Alonso Morgado, yo te saludo”.

domingo, 14 de marzo de 2010

6.- El divino Bécquer.

La “sevillanía” de Bécquer es más que conocida en toda su extensión e intensidad. Sevilla fue para el poeta del “ensueño azulado” no solo, con ser ello mucho, su ciudad natal, sino también la ciudad siempre recordada y siempre anhelada en la que deseó yacer para siempre. Tengo a la mano, sin ir más lejos ni necesitar mayor búsqueda, tres libros que ilustran con suficiencia esta relación. Con aquella misma palabra, La sevillanía de Bécquer tituló Daniel Pineda Novo un amplia introducción o primer capítulo de su libro La Sevilla de Bécquer (1978) con sugestivas interpretaciones y amplia recopilación de textos. Rogelio Reyes Cano en la introducción, a su vez, de su libro Sevilla en la obra de Bécquer (1980) también abundó en datos y explicaciones sobre la realidad y el alcance de aquella vinculación del Poeta con su ciudad. Bécquer – nos dice el catedrático de literatura y ex director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras – evoca a Se villa como el paraiso perdido, hace de Sevilla el ámbito de leyendas románticas y ve a la ciudad desde la visión del escritor de costumbres con referencia a su fisonomía urbana, sus fiestas y costumbres populares y otros aspectos del folklore como la danza y la canción.
Rafael Montesinos, en fin, que ha agotado el estudio de Bécquer. Biografía e Imagen, como acredita la edición de 2005 por la Fundación José Manuel Lara de su libro de 1977, también ha dedicado páginas especiales, Bécquer y Sevilla, a ilustrarnos sobre los datos biográficos de la relación y sobre la trascendencia de Bécquer en la poesía contemporanea y en la nueva escuela poética sevillana. Todo ello sin olvidar, claro es, los estudios sobre Bécquer de Santiago Montoto, a quien Pineda dedica su libro, de Muñoz San Román, el que glosó en un libro la trova Es una novia Sevilla y de otros citados en las diversas notas bibliográficas.
Quizás sea de interés también recordar que José María Izquierdo se ocupó en su extensa obra al menos en tres veces que yo sepa de Gustavo Adolfo Bécquer. Así lo hizo en el capítulo “De Primavera a Otoño”, de Divagando por la Ciudad de la Gracia , a propósito del monumento que Sevilla le erigió al Poeta en el Parque de María Luisa por iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero. Las páginas que allí escribió demuestran de entrada el fervor y la admiración que Izquierdo sintió por el Poeta: Sí, Gustavo Adolfo. En la tierra hay poesía porque Dios quiso enviarnos unos cuantos poetas como tú, poetas de corazón, poetas y nada más que poetas… Visión de poeta fue la tuya y viste poesía, amor de poeta fue el tuyo y amaste poesía, vocación de poeta fue la tuya y evocaste poesía. También se refirió extensamente a la prosa de Bécquer, a su poesía no rimada, cuyo esquema dejó publicado.
Volvió Izquierdo a Bécquer en el mismo libro, en “De la Minerva Bética”.en el preámbulo de las palabras que dedicó a Juan Ramón el mágico y doliente poeta. Izquierdo enlaza en aquellas `páginas a los dos poetas, considerando al moguereño sucesor del sevillano. Al morir Bécquer, escribió, al apagarse la divina melodía de su corazón de poeta del amor, la musa de su alma enmudeció…. Hasta que un día “lo azul se tornó violeta” y se produjo otra vez “el milagro”. Así justificaba el que se hubiese levantado en Sevilla un monumento “al más lírico de los románticos”, al “romántico más moderno” y que luego más tarde (en el Ateneo en 1912), se rindiera un homenaje al “más lírico y al más romántico de los modernos”. Izquierdo advirtió, por otra parte tan previsoramente, del andalucismo de ambos poetas: ¿ por qué no ha de ser la musa del alma andaluza la musa de Gustavo Adolfo y Juan Ramón. Yo creo que en las poesías y en la prosa, en la vida, de estos dos poetas, es donde se ha realizado el milagro de revelarse en toda su plenitud el misterio del alma andaluza.
La nuevo ocasión en que Izquierdo volvería a Bécquer fue la publicación en El Noticiero Sevillano el día 18 de junio de 1921, poco más de un año antes de su muerte, de la Crónica VIII (Sublimación de Sevilla. Epílogo provisional) de Tránsito y Transfiguración (Ateneo de Sevilla. 2006): la clarividente intuición de un poeta, del poeta que es a la vez pueblo y aristocracia, Gustavo Adolfo Bécquer, diole el dictado de “Sevilla la llana” reeditando así en una poética versión la ingenua y legendaria etimología que explicó Arias Montano. Hispalis era la ciudad de la tierra llana… y por llana fue honda, hospitalaria y humilde. Y por ello enaltecida.
Izquierdo trasciende el dato físico y topográfico para extraer una valoración: ciudad abierta en tierra llana, Sevilla no es una estirpe, sino un crisol de linajes, plantel de aristocracias, vaso de elección de espíritus selectos; pero también una enseñanza. Izquierdo, que ya había visto en Divagando… a Sevilla “entre el pasado y el porvenir”, ciudadano del ensueño, vuelve ahora a decir que ser tierra llana equivale a ser no solo una herencia sino también una promesa, una inmarcesible esperanza.
Bécquer, aún lamentando todo cuanto de desnaturalización irreparable pudiera traer un progreso mal entendido, también proclamó su fe en el porvenir y en asistir mentalmente a esa inmensa e irresistible invasión de las nuevas ideas que van transformando poco a poco la faz de la humanidad…

jueves, 11 de marzo de 2010

5.- El hermano Juan Ramón.-

El Ateneo ha publicado recientemente el libro Homenaje a la velada en honor a Juan Ramón Jiménez celebrada en el Ateneo de Sevilla en marzo de 1912 , con el que cierra la colección de cinco libros dedicados en los años de mi presidencia a destacados hitos literarios que tuvieron lugar en el propio Ateneo en el primer tercio del siglo XX.
La introducción del libro, titulada Juan Ramón y el Ateneo de Sevilla, da cuenta de la relación del Ateneo con el poeta desde que llegó a Sevilla en los años finales del siglo XIX y se afincó en su biblioteca, como él mismo relató en diversas ocasiones, hasta fechas todavía muy recientes en las que se han producido algunos hechos significativos. A saber: la publicación en el año 2009 de los libros Juan Ramón y el Ateneo de Sevilla , de Daniel Pineda Novo, y Escalas del Regreso, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. 1958, de Ángel M. Aguirre, Rocío Fernández Berrocal, Rogelio Reyes Cano y Rosario F. Cartes, con interesante y documentada introducción de Matilde Donaire, ambos con el patrocinio de la Fundación Cajasol; y la concesión al Ateneo del “Perejil de Plata” por la fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez , también en 2009, máxima distinción que la Fundación concede a las personas o instituciones que se distinguen en su labor juanramoniana.
Destacar la vinculación del Ateneo con Juan Ramón y la devoción que ha tenido al Andaluz universal, es referirse igualmente a buena parte de la relación y de la devoción reciproca que siempre ha existido entre Juan Ramón y Sevilla; relación estudiada y relatada en numerosas ocasiones (Rogelio Reyes y Jorge Urrutia, entre otros muchos).
Quizás sea menos conocida, por ahora, la admiración y fascinación incluso, que los jóvenes escritores, poetas y artistas que en el Ateneo formaban el famoso Pasillo de los Chiflados tenían y sentían por el futuro Premio Nobel. Algunas cartas de Izquierdo que recientemente se han publicado ilustran esta particular relación.
Así en una fechada en 1 de abril de 1912 y escrita desde el Ateneo de Sevilla al propio Juan Ramón, dada a conocer por Daniel Pineda en el libro antes citado, le decía: cuando se presentan y se ponen al habla dos personas que no se conocían o no estaban en relación, sucede que apenas si se enteran de los nombres y en cambio concurren al detalle sus datos más íntimos, Las cartas de V. son leídas con deleitosa unción por todos los amigos que aquí tiene. Las cartas y las dedicatorias son el mejor regalo que pueden recibir de V. los sedientos de ideal… ¿Te ha escrito Juan Ramón? Y todos –Morgado, Buendía, Cortines, los Romero, Vázquez…– formamos un círculo para recibir la blanca paloma del espíritu…
En mi libro Noticias de la vida y de la obra de José María Izquierdo, con sus manuscritos conservados por Miguel Romero Martínez di cuenta, por otra parte, del contenido de la que Izquierdo le escribió en 1913 desde el Ateneo de Madrid al “bibliófilo humanista” y demás amigos del Minervo sevillano. En ella les decía entre otras cosas: De Juan Ramón he de hablaros más despacio otro día. Es uno de los raros espíritus, que crecen al acercarse uno a ellos. Melancolía… Unidad… Pureza… ¿No es verdad que es un símbolo?... El amarillo –de sus libros – es áureo… Lo ha convertido en oro el crisol de su pureza… Fue amarillo de otoño y de verano… Después de celestía, de las albas celestes, será oro de gloria… A su lado, siento la misma emoción que ante un precursor… Y estoy a su lado y no delante… porque me lleva –lo llevo, nos llevamos– en el corazón como a un amigo que es casi un hermano. Temo por él, por mí, aquí en Madrid… Si lo perdiera –por mi culpa– creería haber perdido a un hermano
Decíamos, por todo ello, en el acto de entrega al Ateneo del “Perejil de Plata”, celebrado en la Iglesia de Santa Clara, de Moguer, el día 28 de octubre de 2009, ( cuyo contenido y desarrollo nos ha quedado en una bella edición realizada por Editorial Algaida) que el Ateneo de Sevilla lleva viviendo poco más de un siglo de la devoción y admiración que Juan Ramón suscitaba en aquellos jóvenes ateneístas que decidieron colgar sus vidas de la cultura y del arte y que así lo adoptaron –Vitam impendere artis- como lema y definición de sus irrenunciables vocaciones.
El recuerdo de Juan Ramón nos trae también el de aquellos ateneístas gloriosos: Muñoz San Román, Rogelio Buendía, los hermanos Romero Martínez, Felipe Cortines, José Andrés Vázquez, Agustín Sánchez Cid. Alfonso Grosso, Ángel del Pino y tantos otros. También el de Pedro Alonso Morgado, el “dulce hermano”, que una vez lo evocó de esta manera:

¡ Y te ví, luminoso y lastimero
jinete de ilusión, en el celaje
blanco de estrella y luna de Platero¡




lunes, 8 de marzo de 2010

4.- Sor Àngela de la Cruz

El libro Ateneo de Sevilla, recuerdo de una Junta Directiva (junio 2005- enero 2010), ya citado en una entrada anterior, contiene un precioso artículo de Emilio Ramos Martín, uno de los más antiguos socios actuales del Ateneo, que el autor tituló El Ateneo de Sevilla en los años 1946 a 1958.
Dije en la introducción del libro que Emilio “cuenta con deliciosa espontaneidad viejas historias del Ateneo relacionadas con cuatro preclaros presidentes antiguos, con las que de paso destroza de alguna manera la errónea creencia de que fueron aquellos años una época en la que el Ateneo languidecía de manera mortecina”. Fueron aquellos presidentes nada menos que José Salvador Gallardo, Emilio Serrano, Manuel González Mariño y Manuel Beca Mateos.
Me refiero ahora a este último, porque además de haber realizado entre los años 1955 y 1958 la brillante gestión que Emilio de manera tan amena relata, pronunció en la apertura del curso 1955-1956 una inolvidable conferencia sobre Las grades figuras sevillanas de la caridad: Sor Angela de la Cruz, que el Ateneo editó en su día y que nosotros reeditamos en el año 2002.
La edición facsímil, que se abre con la reproducción del retrato de Sor Angela “pintado al natural por Juan Lafita y ofrecido a la comunidad en las Bodas de oro de la fundación en 1942”, contiene además del Discurso las palabras pronunciadas en el acto por el entonces “administrador apostólico dela archidiócesis hispalense Don José María Bueno Monreal” que lo presidió.
Beca Mateos, después de justificar la elección del tema,, trazó una interesante y sugestiva biografía de quien “se hizo pobre con los pobres en nombre de Cristo” y dio a conocer emotivas anécdotas que ilustran sobre la santidad y el estilo de vida de ella misma y del Instituto que fundó. Se pueden leer en el discurso las maravillosas circunstancias en que pudo darse a una monja el caldo de puchero que el medico le había recetado, la de cómo pudo cobrar de extraña manera el panadero la factura que las hermanas le adeudaban o la sorprendente manera en que fue repuesto en la mesa el pan del que las propias hermanas se acababan de desprender. No solo anécdotas edificantes narró la conferencia sino que también incidió de manera principal en precisas referencias sobre la espiritualidad del Instituto y de su fundadora: “humillación continua, en cuya sombra desaparezca y se difumine la Hermana de la Cruz en la vida y en la muerte; mortificación interior y exterior que abrace todo el rigor de la penitencia en ayunos, vigilias, silencios, trabajos y niegue toda comodidad al cuerpo obligado a descansar de la fatiga del día sobre una tarima con un leño que le sirva de cabecera”.
José María Izquierdo, a quien por voluntad propia tengo en estas divagaciones como referencia obligada, no sabemos que tuviese nunca relación con Sor Ángela, pero si conocemos que también vivia un ardiente espíritu de caridad, que en su caso canalizó a través de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Juan Rios Sarmiento, uno de quienes mejor le llegaron a conocer de manera íntima, nos dejó dicho que “un amigo (sin duda él mismo) le habló de entrar en las Conferencias. José María se negó terminantemente: las delicadas entretelas de su corazón no podían soportar el dolor del espectáculo miserable de la visita domiciliaria. Más el amigo obtuvo de él que le acompañara una sola vez y desde entonces José María fue el más puntual y el más ardiente de los cofrades. La llama de la caridad que a la vista de la miseria se encendió en él…”.
El Ateneo reeditó en 2008 los Discursos que Izquierdo pronunció en las Conferencias los años 1915 y 1920 con un precioso prólogo de Carlos Amigo, Cardenal Arzobispo de Sevilla: “cuando Izquierdo hablaba de la filosofía cristiana de la vida -escribió el prelado- lo hacía con veneración casi mística, dejándose llevar por los caminos que siempre conducen al abrazo de la cruz…”
He aquí cómo de libro en libro, hemos podido enlazar a un divagador y a una Santa a propósito de una conferencia pronunciada hace ya más de medio siglo en el Ateneo y que versó, como dijo Bueno Monreal, sobre “un tema municipal del alma de Sevilla”.




3.- Mi ciudad: Izquierdo y Enrique Esquivias Franco-

He tenido siempre predilección por un pequeño libro escrito por Enrique Esquivias Franco que se titula Mi ciudad. Quienes no lo hayan leído deberían leerlo. Verían cómo pasan por sus páginas un barrio urbanisticamente desafortunado, pero desde el que, no obstante, se ve la torre chica que se mira en el agua y la torre grande que se codea con los azules del cielo, Y en el propio barrio una calle recta, inundada de luz, que empieza en un parque y termina en un rio. También otro barrio, el de la niñez, en el que el reloj de la torre alterna con las campanas conventuales que se entrecruzan en el silencio. Una catedral, tan grande, tan grande, que hay que mirarla más con mimo que con asombro y allá arriba en lo más alto una veleta que es el símbolo de la ciudad. Una mañana solemne en la que el sol baña de rosa las piedras viejas y la cara de una Virgen. Un puente con nombre de reina, pero que el pueblo se empeña en llamar con el nombre sagrado del arrabal al que da acceso. Una torre más prosaica que antes de su dilatada terminación fue durante años venturoso nido de vencejos. El encanto de un compás que da entrada al misterio, el sentido estético de los niños, enredados en la aventura de una cruz de mayo, o el pregón de quien vende búcaros y cántaros, orzas y “dornillos”. Nazarenos, campanilleros, personajes populares y una Cabalgata de Reyes; y por supuesto, mil cosas más.
Que dónde está el alma de la ciudad, se pregunta el autor. Si lo supiéramos – dice—sería todo demasiado fácil. Me gustaría – así comienza el libro-- definir a mi ciudad, pero no sé. En realidad nadie ha sabido, aunque son muchos los que lo han intentado con más o menos fortuna. Hubo uno –dichoso él- que se acercó a su esencia con solo cinco palabras.
Más adelante, en otro capítulo, el autor es más explicito. Fue José María Izquierdo. Izquierdo era un poeta sensible y exquisito, que ha pasado a la pequeña historia de la ciudad – por qué no a la grande – por algo tan bello como haber creado la Cabalgata de Reyes. Magos. José María Izquierdo usaba un seudónimo que hoy en dia nos suena cursi, pero que reflejaba una realidad, porque su poesía tiene aromas de flor y además no hay mayor ilusión que la que reflejan los ojos de un niño. José María Izquierdo, como dijo Cernuda, no abandonó la ciudad y tal vez por eso gozó gloria mejor y más pura que ninguna. Y por eso, porque no abandonó la ciudad, le fue concedido el don de definirla. La ciudad de la gracia. Definición delicada, sutil, etérea, como esa gracia, ese don natural que hace agradable al que lo tiene. Pero cuidado, que también el diccionario define la gracia como chiste, dicho o acción agudo y divertido. Y por desgracia, ¡ cuántos señor ¡, los que escriben en los papeles, los que hablan ante los micrófonos y la gente toda de la calle, interpretan así, tan disparatadamente la frase exquisita convirtiéndola, pobre Jacinto Ilusión, en algo vulgar, ramplón, zafio, tan lejos de su verdadero y magistral sentido…
Esto, sin embargo, no lo dijo solo Esquivias, ni por vez primera. Romero Murube lo expresó en el capitulo VII ( Tiempo de Dios. Epígrafe La gracia) de Sevilla en los labios: Hemos pensado muchas veces en los tiritones que dará mi nunca olvidado José María Izquierdo, cuando en la achaparrada bóveda del panteón de sevillanos ilustres, aprecie que la gracia de que él hizo acopio y definición para Sevilla, la gente ligera e indocumentada la confunda con el chiste fácil, la carcajada, la broma y el desconcierto lúdrico.
Tampoco, claro es, Romero decía nada nuevo. Fue el propio Izquierdo el que se cuidó de deslindar la gracia que predicaba para Sevilla de la gracia superficial a que los autores citados se refieren En Divagando… nos da la clave al aludir al Teatro de la Gracia, o Teatro de los Hermanos Álvarez Quintero. Fue pensando en la gracia del arte quinteriano, en la gracia de su teatro, como se me ocurrió considerar a Sevilla cual la ciudad y el teatro de la gracia. A continuación precisa: Esta gracia de que hablo no es solamente aquella que mueve a risa, por humor o habilidad, con un decir chistoso o una situación cómica, con una agudeza o una ocurrencia. Si así fuera el encanto de Sevilla sería harto superficial y su teatro no pasaría de sainete. Esta gracia podría hacer gracia, pero no comunicarla… La gracia de que predico excelencias es aquella que mueve a gratitud, por amor de caridad y amor de poesía, con sonrisa de piedad y lágrimas de gozo; es a un tiempo creación recreadora y activa contemplación; es virtud sin esfuerzo, ciencia infusa, arte espontáneo y natural, don divino, superior en calor humano a la belleza presentida y a la justicia pensada por los hombres; realidad más pura que toda utopía, simpatía de la mente y luz del sentimiento, razón del corazón, poder y conocimiento que por modo sobrenatural recibimos y por grande amor comunicamos a cuanto nos rodea… alegría divina de los hombres que hace de la tierra cielo… Y así es Sevilla la ciudad de la gracia.
Tendremos, pues, que seguir indagando sobre cual es la naturaleza de ese concepto, realidad más pura que toda utopía, que define a Sevilla.


2.- Es una novia Sevilla.

Cuando Izquierdo se refería en Tránsito y Transfiguración a la Literatura del halago de que se hacía objeto habitualmente a Sevilla, escribió que una canción árabe que insertó el Barón de Schack en su Historia del arte arábigo en España y que vertió al romance Don Juan Valera, dijo “Es una novia Sevilla” y añadía: Es una novia Sevilla. Está bien trovada la trova y es verdad el cantar. Por lo mismo habremos de hablar de ella como un novio de su prometida. Pudorosamente. A una novia no se le requiebra en público. Es a solas donde le entonamos el cantar de los cantares.
A la vez que Izquierdo escribía estas palabras en El Noticiero Sevillano de 18 de junio de 1921, José Muñoz San Román publicaba Es una novia Sevilla, título que tomaba, sin duda, de la propia trova a que Izquierdo se refería.
Quienes no hayan leído el libro de Muñoz San Román tienen ahora mayor facilidad para hacerlo en la reedición efectuada por el Ateneo en el año 200 . Merecerá la pena que lo hagan. El libro está compuesto por diversos artículos en los que desfilan, entre cien cosas más, las campanas de la Giralda, el oro de las casullas, la punzante anécdota del sermón de la cuaresma, el cirio pascual de los oficios del sábado de gloria, la ciudad efímera de lonas y de flores, las blancas mantillas que realzan los ojos profundos y serenos, los romeros que marchan desde diversos lugares de la ciudad para encontrar a la Virgen de las marismas, las cruces de mayo de los patios populares, la fe de quienes vienen a ver a la Virgen de agosto en el frescor de la mañana, los sonidos de las viejas callejas, los jardines maravillosos de la histórica y peregrina mansión de reyes, la intensa luz adormecida de las calles entoldadas, la placita sosegada, el baile y las coplas de los niños cantores, la visita del Nuba, con su música de chirimías, clarines y tambores, las palomas del confín del parque, la añoranza del Café Novedades, la emoción de la mocita en la reja del arrabal, los cristales del río, los Magos que cada año les trae a los niños el Ateneo de Sevilla.
José Muñoz San Román nació en Camas el 10 de diciembre de 1876 y murió en nuestra ciudad el 28 de enero de 1954. José Laguillo lo definió en sus Memorias como la representación admirable de la perseverancia y el ejemplo edificante del esfuerzo propio.
Poeta, novelista y ensayista, sentía, según Laguillo, idolatría por Sevilla. Rafael Rodríguez Sández, que escribió su semblanza en el Diccionario de Ateneístas que promovimos y editamos en el Ateneo en el año 2002, destacó con atinadas y sugerentes interpretaciones el significado de su poesía y de su obra. Miguel Romero, según tengo ya relatado en el libro Miguel Romero Martínez, el bibliófilo humanista (Fundación Caja Rural del Sur. Colección La Espiga Dorada), glosó sus ingenuas y jugosas poesías campesinas en un homenaje que el Ateneo rindió al poeta de Camas en 1943: fiesta de hermandad y de arte para glorificación de una larga vida consagrada a los nobles menesteres de la poesía, de la amistad y del bien.
La relación de Muñoz San Román con Izquierdo fue intensa y dilatada. Perteneció el poeta al famoso Pasillo de los Chiflados que Izquierdo pastoreaba en el Ateneo allá por la segunda década del siglo XX y como tal participó en la edición del drama Interior, de Mauricio Maeterlinck, traducido por Miguel Romero y dedicado a Jacinto Ilusión: acepta el mensaje que te confían tus hermanos y llévalo en alas de tu pensamiento al pie del trono augusto de Maeterlinck, el poeta adonde solo tu puedes llega.
El propio Muñoz San Román insertó en el libro un Soneto, epílogo sentimental alusivo al contenido del libro, que comenzaba con este cuarteto: Cuando nos besa como un viento suave/ la casta frente y nos inciensa el alma/ la santa paz que de los cielos llega/ el alma espera un infortunio nuevo.
Izquierdo se ocupó extensamente de la poesía de Muñoz San Román en el epígrafe Los poetas del campo y la ciudad de Divagando por la ciudad de la gracia: De sus versos que se dirían hechos con besos de sol, con el aroma de las flores y el murmullo de las fuentes… trasciende la gracia seductora, simpática, atrayente, comunicativa que congrega y acuerda a las almas. Muñoz San Román no olvidó, sin duda, estas palabras. En la primera velada necrológica que el Ateneo dedicó a Izquierdo en 1923, tras su muerte, Muñoz San Román intervino y glosó las virtudes del amigo: De todos los dones más preclaros que lo esclarecían a nuestra vista como una figura transfigurada, su inteligencia, como una fuente de purísimas verdades, su amistad sabia y confortadora, su amor a Sevilla, el más exaltado y rendido, ninguno tan excelso como el don de la humildad…
Así era como Izquierdo y Muñoz San Román, ateneístas señeros y amigos íntimos, rimaban juntos la trova y el cantar que dice que “Es una novia Sevilla”.
1.- La Literatura del halago.

El Ateneo de Sevilla, recuerdo de una Junta Directiva (junio/2005- enero/2010), libro publicado por el propio Ateneo al despuntar el año 2010, en coincidencia con el cambio de la propia Junta, incluye un bello artículo de José Carlos Campos Camacho que merece la pena recordar. Su título es Sevilla en la cumbre del elogio. Sevilla urbe et orbe y el propio título nos está ya advirtiendo de que pertenece a lo que José María Izquierdo definió en Tránsito y Transfiguración ( crónica VIII. La sublimación de Sevilla)como “la literatura del halago.
Es de tradición –escribió Izquierdo—el renombre que goza Sevilla por juro de su gracia. Su solo nombre, su gracia, es ya imán de corazones, estrella guiadora de llas almas… Sevilla en la literatura aparece siempre con una aureola singular, a una luz privativa. Esta peculiaridad consite en que la literatura a ella consagrada es . casi sin excepción, una literatura laudatoria: “venid y vamos todos con flores a Sevilla…”
José Carlos Campos ha recogido en el artículo en compendio expresivo de exaltaciones y recuerdos de la ciudad, desde Herrera, en el arranque del barroquismo andaluz, hasta los famosos puntos suspensivos del inmortal … y Sevilla, de Manuel Machado.
El autor del ariculo recuerda con Ortiz Muño<> Sevilla en la Literatura es también un epígrafe del libro de José María Izquierdo Relieves… sin relieve (Ateneo de Sevilla. 2ª edición. 2007) en el que recuerda las páginas antológicas que con ese mimsmo título publicaba La Revista La Exposición , inaugurada en la pñrimavera de 1912: en la redacción de esta letanía sevillana colaboraron Felipe Cortines Murube, Miguel Romero Martínez, Alfredo Blanco, Antonio Puelles, Ángel Izquierdo y Martinez … Ya sabemos quien era este último, el hermano menor del propio José María, muerto en 1914, al entrar en su primera juventud, herida moral y espiritual que nunca llegó a cicatrizar en el hermano mayor, quien le dedicó las bellas páginas intimistas de su libro Por la parábola de la vida. (Ateno de Sevilla 3ª edición. 2007). Deseamos – concluía el divagador—que la serie comenzada e ininterrumpida tenga continuación, que aquella inforamación se renueve y perpetúe en un libro.
Campos Camacho ha aportado su granito de arena para que aquel propósito de Izquierdo permanezca siempre vivo a la espera de nuevas y distintas concreciones.
Una literatura del halago que, según el propio Izquierdo debería trascender más allá de lo que él mismo denominaba “el libro de los loores”, para proyectarse siempre hacia el futuro.