(entrada redactada por Greco)
Estaba bien entrado el verano, aunque era todavía mediado del mes de junio. En aquellos días, al entrar algo más tarde a trabajar y disponer de más tiempo previo, podía por la mañana cambiar de itinerario y cruzar por el barrio de Santa Cruz para hacer algo de tiempo. Dos eran mis caminos preferidos: uno de ellos cruzar desde los Jardines de Murillo hasta
Era uno de los mejores momentos del día, una hora en la que el calor no había aún su azote de presencia y cuando el olor de los patios recién regados hace inequívoca la llegada del verano andaluz. Al llegar a la calle Romero Murube era inevitable recordar al escritor mantenedor del Alcázar, y su extraordinaria producción literaria y poética, que tan a mano he tenido siempre en el Estudio que he frecuentado durante tantos años. Siempre me ha fascinado, no se por qué, aquel “Romance del jardín”, que leí hace ya tiempo y que no he olvidado: “No es la fuente cuando corre/ con cielos de musgo y plata/ ni es la brisa entre las hojas/ ni las aves cuando cantan/…”.
O su exquisita prosa. El inolvidable “Pueblo Lejano” o su “Discurso de
¿Sería Izquierdo como lo describe el poeta?; ¿era la persona tan callada e introvertida que mostraba?: ¿sería tal vez un romántico reflexivo que no expresaba del todo sus sentimientos y que a veces incluso daba una imagen de timidez excesiva cuando en verdad no era para tanto? Tal vez su mente rápida y observadora disimulaba una inteligencia perspicaz en forma de retraimiento.
Divagaba entre estos pensamientos al salir de la calle Joaquín Romero Murube y torcer hacia la plaza Virgen de los Reyes; y continúo todavía enredado en ellos cuando vuelvo a pasar por allí, oliendo a flores de verano y sintiendo la brisa de Sevilla en el rostro y en “los labios”.